El proyecto de confianza

2022-08-05 07:05:55 By : Mr. bull wang

La llama que se encendió en aquel pebetero el 25 de julio marcó un antes y un después para Barcelona. Se iniciaban los Juegos Olímpicos que pusieron de largo la ciudad y la conectó con el mundo. Barcelona recogía el testigo de la mirada mundial que, tres meses antes, había acaparado la Expo de Sevilla. Era 1992. España pasaba página a décadas convulsas y miraba confiada al futuro. Y aquellos Juegos Olímpicos fueron decisivos para lograrlo

Pocos sospecharon que los aires de cambio para la Ciudad de los Prodigios empezarían en Suiza, el 17 de octubre de 1986. Ese día, el entonces presidente del Comité Olímpico Internacional, Juan Antonio Samarach, pronunció unas palabras que prendieron la euforia en las calles del país. "La Ville de... Barcelona", resonó en Lausana. La capital catalana no lo sabía, pero su metamorfosis ya había empezado.

El reto se recibió con ilusión. Barcelona abordó una importante regeneración urbanística que la transformó en una ciudad cosmopolita. La urbe decidió mirar al mar: la construcción de su puerto deportivo fue solo uno de los hitos de aquella visión futurista que guio su conversión. Mejoró y amplió sus infraestructuras, combinó el modernismo de Gaudí con las últimas tendencias de la época. La fascinante personalidad de Barcelona afloró.

La Ciudad de las Maravillas supo pronto que todos los ojos se volcarían en ella durante las semanas de los Juegos. Garantizar de manera permanente la señal y la conexión al exterior fue una prioridad. Las miradas se dirigieron a la Torre de Collserola, emblema de la mutación de la ciudad. Este gigante de las telecomunicaciones, situado a 445 metros sobre el nivel del mar en la ladera del Tibidabo, se creó para repartir señales de radio y televisión que llevarían los Juegos Olímpicos a miles de millones de hogares.

La nueva Torre de Collserola incorporó la mejor tecnología audiovisual. El plan fue un acierto porque aquella ceremonia inaugural retuvo frente a las pantallas de sus televisores a 2.000 millones de espectadores, todo un hito histórico. Las redes de difusión catapultaron a Barcelona al centro del mapa con una nota sobresaliente.

Pero no fue solo que la infraestructura de comunicaciones y radiodifusión fue la más moderna de Europa hasta la fecha. El impacto fue también ambiental: el paisaje de la sierra de Collserola se embellecía al despejarse de antenas, torretas y mástiles porque siempre se tuvo en cuenta que la funcionalidad debía ir de la mano del diseño. La tecnología y la arquitectura iban de la mano. Barcelona ya fue pionera en cuestiones de sostenibilidad.

El arquitecto Norman Foster lideró el diseño de la Torre, tras ganar el proyecto en convocatoria pública. La propuesta validaba la adaptación del edificio -el más alto de Barcelona- al entorno natural de la colina de Vilana en la Sierra de Collserola. Jordi Arandes, Subdirector General de Cellnex España, recuerda de aquellos días que "el diseño de Norman Foster nos sorprendió porque contenía elementos inauditos para este tipo de instalaciones. Una parte del equipamiento se alojaba abajo, en un edificio anexo. Había también plataformas triangulares para las antenas que, a priori, presentaban cierto desafío tecnológico". Cellnex es el principal accionista de la sociedad que gestiona la infraestructura, con un 42% del capital. Al gestor de infraestructuras de telecomunicaciones lo acompañan Telefónica, el Centre de Telecomunicacions i Tecnologies de la Informació (CTTI) de la Generalitat de Catalunya y el Ayuntamiento de Barcelona a través de la AMB (Àrea Metropolitana de Barcelona).

La Torre tiene altas medidas de seguridad. Arandes la considera "su segundo hogar" y vinculado a ella desde sus inicios, el ingeniero la visita con regularidad desde hace 30 años. Es, quizás, quien mejor conoce la construcción. "Gracias a las medidas de seguridad de la torre a todos los niveles (eléctrico, acceso...) la continuidad de los servicios que se prestan de difusión de radio, televisión... es excepcional desde el estreno en 1992". Así, el edificio auxiliar y semienterrado anexo a la Torre ideada por Foster alberga un entramado de recepción de señales cuyo funcionamiento garantiza un sistema energético a prueba de fallos. Y, desde ahí, se transmiten las señales a través de kilómetros de cables coaxiales hasta la legión de antenas y radioenlaces situadas en la corona exterior de la torre de hormigón armado de 288 metros de altura.

Las propuestas del arquitecto británico las completó el ingeniero Ramón Pedrerol. Recuerda Arandes que "incluyó mejoras en los anclajes y tensores. Modificó elementos estructurales del diseño original para garantizar su funcionamiento y fiabilidad".

La Torre Collserola refulge en el skyline de Barcelona, apodada por algunos como la "jeringuilla" por su forma. En un día de cielo despejado, la vista panorámica desde su mirador puede llegar hasta los 70 kilómetros de distancia e incluso se llega a avistar la sierra de la Tramuntana en Mallorca. La construcción ha adaptado sus funciones al devenir de los tiempos: hoy día alberga redes de comunicaciones de alta seguridad, señal de televisión y radio analógico y digital para la ciudad y comarcas cercanas. Arandes cree que "mantendrá su valor simbólico casi al nivel de la Sagrada Familia. Puede que los servicios de la torre cambien con el tiempo desde la televisión actual a la Ultra Alta Definición UHD y a otros más avanzados de radio digital". Su privilegiada situación, en las laderas del Collserola de Barcelona, es un garante de todo lo que esté por venir.

Este texto ha sido desarrollado por UE Studio, firma creativa de branded content y marketing de contenidos de Unidad Editorial, para CELLNEX.

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